Mi Tor des Géants 2023

Mi Tor des Géants 2023

Tras 4 años de espera, finalmente este 2023 llegó el momento de participar en una de las competiciones más icónicas del mundo del Trail, el Tor Des Gèants. 

Lo que todo el mundo sabe sobre este evento, que de desarrolla en el corazón de los alpes Italianos, a lo largo de la “Altavia1 e Altavia2”, con salida y llegada en Courmayeur, son los números: 330km y 24.000 metros positivos acumulados, a completar en no más de 150 horas. Pero, ahora sé, esos números dicen muy poco de esta competición que, mucho más que un evento de Trail Running, es una travesía de ultra-resistencia, donde “correr” es algo secundario o  al menos complementario y auxiliar. Algo que yo no sabía y que, como explicaré más adelante, por lo que pagaría el precio de mi primer abandono en competición. 

El viaje está a punto de empezar

Con el dorsal 102, yo arrancaría esa mañana con la primera oleada de atletas, a las 10:00. Hacía una mañana estupenda, había descansado bien, estaba algo nervioso, pero la emoción y expectación por iniciar el viaje eran mucho mayores. Yo ya entregué mi “Sacca” con todo el material el día anterior, así que solo tengo que preocuparme de cargar mi chaleco, de llevar encima todo lo necesario, desayunar bien, y “solo correr”. 

Ya en el cajón de salida, con el resto de corredores, me doy cuenta que el ambiente no es el que yo esperaba, y me pregunto ¿Qué me esperaba? Es un poco como cuando vas al cine a ver una película de la cual te has figurado “será buenísima”, y a la que sin saberlo, colocas unas expectativas tan altas que difícilmente podrá estar a la altura. Lo cierto es que allí, en esos momentos, estamos todos igual: concentrados, puede que un poco asustados, incluso nostálgicos al despedirnos de nuestros seres queridos a los que, a diferencia de otras competiciones, no sabemos muy bien cuando volveremos a ver o, al menos, sabemos que podran transcurrir varios días. Es una sensación extraña. 

Y de repente, casi sin darme cuenta, ya estoy corriendo por las calles de Courmayeur: el viaje ya ha empezado. Estoy atónito, no sé cómo reaccionar. Mi sensación no tiene nada que ver con la que he tenido en tantas otras competiciones, durante tantos años. Cuando arrancas una Ultra de, por ejemplo, 100km, sabes que “hay mucha carrera por delante”, y que lo que ocurra en los primeros kilometros no va a ser determinante, que te lo puedes tomar con calma. De hecho usas esos primeros kilómetros para despegarte un poco del pelotón, tal vez para evitar los primeros “tapones”, o al contrario, los usas para calentar, e ir tranquilo hasta la primera subida… Pero aquí ¿En qué momento empieza todo? Los primero kilómetros son extraños. Mucha gente nos vitorea, nos anima. “Ale ale ale”, el sonido de los cencerros, la respiración del chico que tienes detrás, la conversación entre los dos corredores que tienes delante. Todo transcurre tranquilo, con cierta quietud, pero a la vez muy rápido: cuando me quiero dar cuenta estamos en la primera bajada. El sendero serpentea a lo largo de un gran prado en bajada. Muchos corredores abandonan el sendero, y cruzan recto, lo cual no entendí y sigo sin entender. Algunos lo comentan riéndose. ¿Qué prisa tienen? Dicen… Lo cual me hace reflexionar otra vez sobre el viaje que tenemos por delante. Decido evadirme de esos pensamientos, no mirar el reloj, ir por sensaciones, y disfrutar. Voy cómodo, ligero, llevo buen ritmo, y el paisaje es todo un espectáculo. 

“Cambia tu plan, o no lo conseguirás”

Aun no hemos llegado a la primera “Base Vita”, pero la verdad es que no sabría decir en que momento concreto ocurrió. Un corredor, no sabría decir la edad, creo que algo mayor que yo, se pone a caminar a mi lado. Estamos en una subida pronunciada, los dos llevamos bien ritmo. 

Hace horas que yo me he dado cuenta que, desgraciadamente, he olvidado cargar en el chaleco los sobres de Tailwind para cubrir las primeras 10 horas de carrera que me llevarían hasta Valgrisenche, y en los flask solo tenía para 4 horas. Aunque tiro de sales genéricas en los avituallamientos, y trato de beber cuanto puedo, las rampas en los aductores se convierten en una cruz con la que tendré que cargar hasta llegar a mi Sacca, donde podré reponer todo lo que me falta. 

El compañero lo sabe, me ha visto quejarme, incluso me he parado en un par de ocasiones, intentando estirar un poco, pero sin resultado (a lo que sigo adelante aguantando el dolor). Y en un momento dado me saluda “Ciao Nico”. Entiendo que ha leído mi nombre en el dorsal. Pienso en leer el suyo, pero está justo detrás de mí, y no lo veo. “Ciao!” l digo, “Come va?”. El me dice que me conoce de Instagram, que se alegra de haberme encontrado. Charlamos brevemente, y el me cuenta que esta es la tercera vez que hace el TOR y, con buen tono y amabilidad, me dice algo así como “No se que objetivo llevas, pero conociéndote, creo que será ambicioso. Tu eres un tío fuerte, un buen corredor, pero esta vez es probable que no logres tu objetivo, lo mejor que puedes hacer es cambiar de plan ahora que estás a tiempo. Camina mucho, descansa mucho, duerme siempre que puedas y tómatelo con calma, de lo contrario no vas a llegar”. Al llegar arriba yo saco un par de fotos. Él sigue adelante, casi sin pararse, pero baja tranquilo, trotando. Yo lo adelanto a la carrera, y me despido de él, pensativo pero incrédulo “tengo un plan, y voy a seguirlo, y ya veremos” pienso para mi. 

No se si volvimos a coincidir, pero tenía toda la razón del mundo, y yo estaba equivocado.   

El camino avanza, el TOR crece y yo menguo, paso a paso.

Llego a la primera base vida con unos 40 minutos de adelanto ante lo planificado. El único problema que he tenido han sido las rampas, pero no me preocupan; tolero bien el dolor y poco menos de una hora tras reintroducir Tailwind desaparecen (y vuelvo a orinar con regularidad: decir que durante las primeras 10 horas, solo oriné 1 vez). Allí me espera el equipo de soporte, que solo me podrá asistir en las primeras dos bases (por problemas logísticos nuestros). Tomo una sopa, me cambio, recargo el chaleco, el teléfono y el reloj, y en menos de 45 minutos vuelvo a estar en marcha.

 

La primera noche transcurre muy bien. Disfruto, me divierto, sigo ligero y a buen ritmo. Al salir del avituallamiento de Eaux Rousses (km78) empieza a salir el sol. Asciendo hacia Col Loson tranquilo, disfrutando ante el espectáculo de la salida del sol, mientras la luz vuelva a colorear increíble paisaje que se descubre ante todos nosotros.

La mañana pasa sin problemas, me sigo sintiendo bien, algo cansado pero fuerte, y tras coronar el Col Loson a al medio dia, empiezo un descenso rápido, a ritmo exigente. Corro junto a un par de chicas, una de ellas lleva el dorsal 24, una crack. Disfruto mucho hasta legar abajo, en muy poco tiempo, donde nos encontramos con un llano largo, tal vez el primero en 80 km. Le comento “Que bien, ¡un llano!” mientras corremos uno al lado del otro, a ritmo no superior a los 6’/km. Ella sonríe y me responde con voz preocupada: vamos demasiado rápido, nos pasará factura. Ella se retiraría no mucho más tarde, y yo comprendería a lo que se refería al día siguiente. 

Antes de llegara a la segunda base de vida me tuerzo un tobillo, de la forma más tonta. Al principio creo que no es nada, pero luego me doy cuenta de que ha sido una buena distensión. Me duele, y modifica mucho mi mecánica, cargándome mucho la rodilla contraria, que tras unas horas empezaría a llenarse de líquido.

En la “Base Vita” de Cogne me espera el equipo, va todo bien, pero yo me doy cuenta de que probablemente va a ser la última vez que los vea hasta la meta. Lo les digo nada, pero me inunda una profunda sensación de desamparo, de vértigo, de miedo… Intento dormir, pero hay mucho ruído en la zona de descanso; justo cuando me estiro empiezan a colocar más camastros, lo cual despierta a casi todos los que están allí descansando. Recojo y me voy, algo molesto, igual que hacen muchos. Me han curado los pies, y puesto un vendaje para el tobillo. Arranco cansado, pesado, y me doy cuenta que durante la mañana el sol me ha quemado un poco la piel. Sin embargo una gran sensación de prisa me embarga, e intento correr a buen ritmo los 2 km de llano que tengo ante mi. Luego empiezo otra vez a subir. La noche transcurre tranquila, aunque paso calor; llegamos a la parte mas baja de la competición (sobre los 300 metros), y de noche estamos a 19º. Además me doy cuenta de que, no se el motivo, dejo de sudar, y tengo la sensación de estar asándome de dentro a fuera, literalmente. Esta parte del recorrido es muy diferente, pasamos de sendero hundido en bosque, ha trozos de asfalto que pasan entre una población y otra, siempre con el sonido del río de fondo. Me siento atrapado por el haz de luz de mi frontal, como una polilla que no ve nada más allá. Las alucinaciones, me acompañan durante casi todo el camino hasta Donnas, que alcanzo tras 11 horas, durante las cuales he intentado no perder el ritmo, corriendo todo lo posible, sin casi descanso en los avituallamientos que he ido encontrando: sin querer he puesto el “piloto automático” en modo “Ultra trail 100km” (algo que, creo, mucho de vosotros entenderéis perfectamente). Un grave error que se suma a todos los anteriores. 

En Donnas paro 3 horas. Pido lugar para dormir, pero me dicen que no quedan plazas. Mala suerte. Me acuesto en el suelo 15 minutos, y vuelvo a arrancar, eso sí, duchado, cambiado y con los vendajes de los pies renovados. Yo arranco lleno de energía, animado y feliz. Grabo un vídeo que mando al grupo de Whatsapp de la carrera (con todos los que me siguen en remoto): ahora ese es el único cordón umbilical que me une a ellos. Yo no lo sabía, pero esa mañana estaba a punto de cometer el error definitivo. 

Hago mis cálculos, y me doy cuenta que, aunque me he  retrasado basatnte respecto a lo planificado, si apreto en la subida hasta el Rifugio Coda (el equador de la competición, en el KM 167), puedo plantarme allí en menos de 50 horas totales. Y así lo hago: aprieto el paso, la ascensión es lo mío, y es donde puedo ganar terreno y tiempo, sobre todo ahora, con el cansancio acumulado.  En 5 horas y medio cubro los 18km y casi 3000m positivos hasta el refugio, al que llego feliz y optimista en 49 horas totales.

A partir de allí, todo cambiaría, empezando por el meteo.

La tercera noche, el inicio del fin

 

Dejo atrás «el Coda» bajo la lluvia, con relámpagos y truenos que amenazan, no muy lejanos. Calculo que puedo estar en la siguiente Base VIta  sobre las 22:30, es decir, en unas 10 horas. Son 30km con 3.000m positivos ¿Y los negativos? No los tuve en cuenta. Bajadas eternas de escalones que me machacarían, a cada paso, las rodillas y el alma. En total fueron 16 horas las que acabaron conmigo. Durante esta tercera noche me di cuenta de todos los errores cometidos: comprendí que aquí, a diferencia de en una Ultra “normal”, cada hora que te paras a descansar y recuperarte, no es una hora perdida, si no una “hora invertida”, que te hará ganar tiempo más adelante. Me di cuenta que ganar 10 minutos en una bajada a ritmo alto solo te llevará a un desgaste que, más adelante, te hará perder horas. Me Di cuenta que aquí, tener un equipo de apoyo que te siga, ya no solo en cada Base Vita, si no en muchos avituallamientos (como lo tienen muchos de mis compañeros), es clave. En definitiva, me di cuenta de que había empezado este viaje sin tener ni la más remota idea de a lo que me exponía realmente. Comprendí que “los números, son solo eso, números”. 

Tras meditarlo un poco, decido seguir. Me despido de Gressoney a las 8 de la mañana. Ahora avanzo con calma, a buen ritmo en subida, pero tranquilo, sin desgastarme más de la cuenta. La mañana transcurre bien hasta llegar a la cima de Col Pinter. Es con el descenso hacia Champoluc donde me doy cuenta de la realidad: las bajadas son una tortura, me machacan física y psicológicamente. Avanzo a no más de 4km/h, ahora tengo las dos rodillas llenas de líquido, y los kilómetros no pasan. Estoy torpe, resbalo sobre el terreno mojado, me caigo. Empiezo a pensar ¿en cuál de estas caídas acabaré haciéndome daño? Por primera vez en todos estos años de competición, mi cabeza hace un clic. Empiezo a hablar solo, en voz alta, me expongo a mi mismo todas mis dudas y, finalmente, pregunto ¿Te lo estas pasando bien? ¿Estás disfrutando? NO. 

Al llegar Champoluc me esperan mi mujer y mi hija: mi primo (italiano) y su mujer han venido de sorpresa. Hablo con ellos, les pido consejo. Parece que ellos tienen más ganas que yo de que siga adelante, sin embargo, al verme me animan a dejarlo. Ninguno de ellos me han visto nunca así, por lo que comprenden que mis motivos son de peso. No estoy triste, no me siento mal. 

El encuentro con un Gigante

En el momento en el que un VOLONTOR corta mi pulsera de crono, cierro los ojos. Me imagino a mi mismo en medio de un prado verde, de lo que hemos cruzado estos días. Frente a mi hay un ser fantástico, mide algo más de dos metros, no es ni hombre ni mujer, sus rasgos son pétreos, tiene el pelo largo, de color plateado y cambinate, como el agua de los ríos que hemos seguido. Sus ojos son completamente negros, pero salpicados por mil destellos, como los cielos estrellados que nos han arropado durante las noches. 

Me mira, inmóvil, con sus enormes pies arraigados al suelo. El viento hace ondear su sencillo ropaje, una pesada túnica amarilla que, al agitarse, hace el característico sonido de las banderas colocadas en una cumbre. Su mirada me atraviesa. Al principio me da algo de miedo, pero enseguida comprendo que no hay nada que temer. Entonces su boca empieza a arquearse lentamente, crepitando como la madera, hasta transformándose en una maravillosa sonrisa: y me tiende su mano. Yo lanzo los bastones a un lado, y con ambas manos estrecho la suya. Es dura, arisca, y está recubierta de musgo y líquenes. Le devuelvo la sonrisa, mientras lágrimas de emoción recorren mis mejillas. “Me has vencido”, le digo. “Y me has enseñado mucho”.

El ser no dice nada, pero sigue sonriéndome mientras cierra los ojos unos segundos.

“Gracias, Tor des Géants, volveré”.

Conclusiones generales y curiosidades

    • La más significativa es haber entendido este tipo de competición. Aquí no hablamos de «Trail running», yo hablaría de «Ultra endurance», o de «Ultra travesía». Correr no es la actividad principal, al menos no para la mayoría de los mortales. Aquí lo que cuenta es la estrategia general, donde el descanso, cuidado de los pies, la alimentación, el sueño, la dosificación del esfuerzo, el soporte externo, y muchos otros factores, se convierten en clave.

    • Un gran número de participantes ya han corrido al menos una vez, muchos dos o incluso tres. La cantidad de gente que repite es enorme, y para mí es sorpresivo. A veces me ha dado la sensación, no muy positiva, de haber un «club de los que ya hemos estado aquí». Como un espíritu pseudo-elitista, donde todos aquellos que repiten miran un poco por encima del hombro a todos los noveles, como lo era yo.

    • Cada vez que abres la «sacca», pierdes una hora, y cuánto más llena la llevas, más tiempo pierdes. Y el problema no es tanto el hecho de perder más o menos tiempo, es el estrés que implica todo ese ajetreo. Es un factor que te agota psicológicamente en momentos en los que, sin lugar a dudas, tu cabeza no cuenta con todos sus recursos y aptitudes. No sé cómo volvería a plantear el tema del material, lo único que sé seguro es que intentaría reducirlo al máximo.

    • Dosifica bien las subidas, para poder tener recursos en las bajadas venideras. Tómatelo con calma para recuperar cuando puedas, y sobre todo, no tengas prisa: no te estreses más de la cuenta.

    • En las «Base Vita» más de uno estaba preparado para dormir fuera de las zonas de descanso, para asegurarse el no encontrarse con situaciones en las que no hubiese camas disponibles, falta de mantas, mucho ruído, etc. (Situaciones con las que yo mismo me topé). A algunos los esperaban con una camper lista para dormir, o incluso un coche o una gran manta de picnic, manta para taparse, anteojos y tapones para los oídos (para dormir al raso). No se si estará más o menos permitido, pero muchos lo hacían, y si vuelvo yo lo tendré en cuenta.

Lo mejor

    • Los VOLONTOR en general (es decir, los voluntarios). Siempre dispuestos a ayudar, a animarte, a consolarte, día y noche.

    • Recuerdo con especial cariño a todos los MassagiaTOR y equipo médico en especial. En momentos concretos fueron para mí como una especie de espíritus protectores. Sus cuidados, pero también sus palabras, sus gestos… Espectacular.

    • La llegada a cada uno de los Colls. Momentos mágicos. Da igual como me encontrara, si era de día o de noche.

Lo peor

    • La actitud de muchos de los participantes me decepcionó. Parecía que lo más importante o relevante era haber pagado 1.000€ por el dorsal, una frase que escuché decenas y decenas de veces (siempre de compañeros italian@s). Recuerdo un par de veces en las que indiqué a algún compañero la presencia de una marmota que nos miraba, o de un grupo de cabras montesas, o hacer un comentario sobre la maravilla que era la salida del sol, y recibir una respuesta de total indiferencia o, peor, algo tipo «pues muy bien», como si les importara un comino todo lo que nos rodeaba.

    • La actitud de alguno de los organizadores ante situaciones que, en mi opinión, no lo requerían: por ejemplo, en la primera Base Vita, en la carpa de asistencia èramos 2 corredores. Yo estaba con mi mujer, y el otro corredor con la suya. En un momento dado entró en la tienda el hijo del compañero, para entregarle algo: aquí un organizador se puso a gritar como un energúmeno, diciéndole algo tipo «¿quieres que te descalifique? ¡parece mentira que paguéis 1000€ para venir aquí!» (Otra vez el comentario de los 1000€). Francamente, me parece absurdo, sobre todo teniendo en cuenta que luego, en otros bases, en las tiendas de asistencia entraban 2 y 3 asistentes por corredor, y hasta su perro, sin que nadie dijera nada.

    • Algunas de las Saccas (las míticas bolsas amarillas del TOR) que entregaron eran diferentes. Ya lo vi cuando estaba todas dispuestas, esperando a que las fuéramos a recoger. Como no, a mi me tocó una de esas, de las diferentes. Es naranja claro, no amarilla, y es de lona, no plástica e impermeable, como lo son las demás. Pregunté el motivo, no me supieron decir. Parece como si se hubiesen quedado sin bolsas de las buenas y nos hubiesen metido un sucedáneo, solo a algunos. No es algo muy importante, pero me dio pena.

    • Obviamente, en un recorrido tan largo, hay tramos que son de unión, o de inpás: kilómetros de recorrido «inerte», por decirlo de algún modo. Pasas de estar «en tú medio», a estar sobre asfalto, atravesando zonas urbanas. Es algo inevitable, no es una queja en absoluto, pero es algo a tener en cuenta ya que, al empezar, uno se imagina solo paisajes idílicos de los alpes (y no es así, obviamente, en 335km hay de todo).

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