
12 Feb Tor des Géants 2025: Aprender de la montaña para volver a ella
En 2023, el Tor des Géants me enseñó lo que significa de verdad estar en la montaña.
No solo estar físicamente, sino convivir con ella, adaptarse a su ritmo, respetar su crudeza. En mi primer intento, fui con una estrategia que, sobre el papel, parecía sólida: había hecho los deberes, había entrenado, me sentía fuerte. Pero no fue suficiente.
El cuerpo, el hierro y la resistencia
Uno de mis mayores errores fue pensar que mi trabajo de fuerza en casa bastaría. Llevaba años entrenando con autocargas, gomas, pesas moderadas. Y sí, es posible progresar así. Pero la realidad es que el material de un gimnasio —máquinas, discos pesados, espacio para moverse— proporciona una base que difícilmente se compensa en un piso normal. Lo noté en la montaña. No era solo una cuestión de potencia o resistencia, sino de lo que esa fuerza extra aporta: estructura, resistencia a impactos, blindaje contra las pequeñas lesiones que, acumuladas, terminan pasándote factura. Este año, mi preparación pasa por ahí.
Kilómetros y altura: la deuda pendiente
Otro fallo importante fue la falta de tiradas largas en alta montaña. No me asesoré bien en los últimos meses, cuando más lo necesitaba. Faltaron jornadas de 10-12 horas moviéndome por terrenos que replicaran lo que el Tor me iba a exigir. El problema no fue la falta de volumen, sino la calidad de ese volumen. Pensé que podía suplirlo con entrenos más cortos e intensos. No fue así.
100 horas: la fantasía de controlar lo incontrolable
Antes de la carrera, marqué un objetivo ambicioso: 100 horas. Sobre el papel, parecía factible. Al paso por el ecuador, con 49 horas en las piernas, todavía podía parecer posible. Pero no lo era. Porque la montaña no es una hoja de cálculo. Es un proceso de desgaste continuo, de erosión sutil y constante.
No había tenido en cuenta lo suficiente las horas sin sueño, la sequedad del aire que te hace sangrar la nariz, el estrés acumulado que te carcome en cada base vita. Llegué confiado en mi capacidad para resistir, para sufrir. No había previsto cuánto te derrota el cansancio cuando la carrera es tan larga que la fuerza de voluntad se vuelve finita.
El peso del yo social
Siempre he pensado que mi fortaleza mental es una de mis mejores armas. Pero el Tor me hizo ver que la mente también se gasta si la usas mal. En las carreras, suelo volcarme en la gente: hablo con otros corredores, interactúo con voluntarios, reparto bromas a los espectadores que esperan en lo alto de una cresta. Me gusta hacerlo. Me motiva. Pero no había medido bien cuánta energía me consumía. En distancias más cortas, nunca fue un problema. En el Tor, sí.
Después de esa experiencia, en competiciones posteriores probé a enfocarme 100% en mí mismo. La diferencia fue brutal. Menos distracciones, menos desgaste, más energía disponible cuando de verdad hacía falta. Parte de mi estrategia para 2025 pasará por ahí: dosificar el «yo social» y guardarme más para la montaña.
La asistencia: anclaje o carga
Otro de los factores que subestimé fue la asistencia en carrera. En 2023, fui con mi familia: Mariona y mi pequeña, Gala. Se les unió Stefano, más que un amigo, un hermano. Solo pudo estar una noche antes de volver a Barcelona, pero en ese breve tiempo fue un pilar. Me hicieron asistencia en dos bases vita. Luego se cortó ese cordón umbilical y quedé solo.
Y esa ruptura, aunque en el momento no fui plenamente consciente, fue dramática.
Pasé dos días en la montaña sin ver a nadie conocido. Y cuando por fin llegaron mis primos italianos, el peso emocional fue demasiado. Me venció la tentación de estar con ellos. La balanza se inclinó de golpe: de un lado, el calor familiar, el descanso, la certeza de volver a un lugar seguro. Del otro, solo la soledad, el sufrimiento, la incertidumbre, la lucha constante contra una mente que ya no quería seguir adelante.
Ahora, con la perspectiva de la distancia, sé que podía haberlo hecho diferente. Podía haber descansado, haber seguido a otro ritmo. Me quedaban «solo» 100 kilómetros, y todo el tiempo del mundo. Pero en ese momento, la decisión estaba tomada antes incluso de que la verbalizara.
Esa experiencia me llevó a una conclusión clara: hay dos formas correctas de afrontar el Tor des Géants.
La primera, con un seguimiento de asistencia «TOP», un equipo volcado en ti, en cada punto de control, en cada base vita, eliminando cualquier distracción emocional y asegurándose de que sigas adelante, cueste lo que cueste.
La segunda, totalmente solo. Sin anclajes emocionales, sin tentaciones de volver, sin más objetivo que la meta y el camino que se abre ante ti.
Para 2025, elijo la segunda opción.
Yo, enfrentado a un gigante.
Para, tal vez, convertirme en un gigante. Por fin.
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